Wednesday, December 19, 2007

La Masacre de los Obreros del Salitre y los Desafíos Actuales

En un frío día de otoño, con la nieve cayendo sutil y persistente, más de 500 personas llegaron hasta el teatro de la Universidad de Alberta, en la ciudad de Edmonton, para evocar “aquello que la historia no quiere recordar”. Vinieron a conmemorar la infame masacre de 3600 obreros salitreros acaecida un 21 de diciembre de 1907, en el norte de Chile.
La inusitada cantidad de canadienses y latinos, que concurrieron el 25 de noviembre a presenciar la puesta en escena de la Cantata Santa María de Iquique, dramatizada por el grupo de baile Pucara y presentada por la Sociedad Latinoamérica de Mujeres Amigas, confirman la existencia de una voluntad social de recordar, como lo señala el historiador chileno Gabriel Salazar. Voluntad social que recorre como “un fantasma del pasado”, no sólo el país, sino también las comunidades chilenas residentes en todo el mundo.

Recordar juntos es un germen de poder [popular], plantea Salazar, que potencialmente puede tener dos desenlaces posibles. Puede desvanecerse históricamente y, en ese caso, la conmemoración social no tendría otro objetivo que revivir hechos del pasado, de manera contemplativa, como una simple efeméride de calendario, cargada de ritos y simbolismos. O por el contrario, a partir de la evocación de un hecho histórico significativo, aquel germen de poder popular puede proyectarse hacia el futuro en acciones creadoras de una nueva realidad.
Los múltiples eventos programados para conmemorar los 100 años de la masacre de la Escuela Santa María, 140 actividades sólo en la provincia de Tarapacá y más todas las que se realizarán en el resto del país, podrían devenir en meros actos de recordación simbólica, que ocurran sin pena ni gloria; o podrían transformarse en acciones concretas destinadas a cambiar la realidad social y política del país.
Advierte también Salazar, que la recordación y la memoria histórica de los pobres y marginados constituyen un arma política de largo alcance, la cual puede llegar a ser un peligro grave para el sistema y para el estado. Disentimos, en este punto, de la predicción un tanto optimista del historiador.
Estamos enteramente de acuerdo, que es importante que los pobres y marginados no pierdan la memoria y que recuerden aquellos hechos transcendentes de su propia historia, pero de ahí a que representen un peligro para el sistema o el estado, hay todavía un trecho muy largo por andar.
En nuestra opinión, cuando la recordación social y la memoria histórica avancen cualititativamente y se transformen en conciencia de clase y ésta, a su vez, en organización y unidad del movimiento popular, tal vez, en ese instante los oligarcas y patrones, tengan frente a sus ojos una fuerza poderosa y temible.
¿
Qué va a suceder después que se apaguen las últimas luces en los escenarios de las miles de conmemoraciones de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique?
Aún esta por verse sí las actuales generaciones de trabajadores, chilenos, peruanos, y bolivianos, a partir de la evocación de uno de los episodios más trágicos de la historia del movimiento obrero, tendrán la habilidad para aprender y aplicar creativamente a las nuevas realidades, las lecciones esenciales de dignidad, coraje, organización y unidad legadas por los obreros del salitre.

De mismo modo esta por verse, si el movimiento popular y las fuerzas políticas de izquierda tendrán la audacia suficiente para tomar en sus manos el inmenso desafió de construir, con esfuerzo y perseverancia, un proyecto político de poder alternativo que permita cambiar la actual realidad del país.
Nota:
Salazar, Gabriel. A 100 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique (voluntad política de matar, voluntad social de recordar), 1997.


Monday, April 23, 2007

Homenaje a una Imprescindible

La casa era antigua, estilo victoriano, ubicada en las cercanías de la Universidad de Alberta. La gringa que nos esperaba, era una persona madura, afable y con un sutil acento británico. Después de los saludos y presentaciones, de inmediato, nos hizo pasar al sótano. La habitación era amplia y daba la impresión que todo estaba acondicionado y adornado para la realización de frecuentes mítines. Había una mesa grande, sillas y muchos posters adornando las paredes, uno de los cuales captó mi atención. Tiempo después asociaría aquella imagen con el nombre de Tommy Douglas, el carismático líder del movimiento socialista canadiense.
La dama que nos abría las puertas de su casa era Betty Madiros. Así recuerdo haber conocido a esta extraordinaria luchadora social.
Nos ofreció un café y sé sentó frente a nosotros a
escucharnos con gran atención y avidez. Era 1980, y nuestra misión era informarle acerca de la situación de la lucha antidictatorial. En dos ocasiones concurrí, junto con Javier Ramos, a ponerla al día acerca de los acontecimientos en nuestro país.
Betty Mardiros, nació en el pueblo de Abertillery, en Wales, uno de los cuatro países que conforman el Reino Unido. En conversación con un reportero, en cierta ocasión, le reveló que su activismo social lo había adquirido por osmosis. Y a renglón seguido, le explicó que su padre había sido un obrero y activista sindical en una mina de carbón y que, aún siendo muy pequeña, acostumbrada a decirle “que había que ser muy tonto para no ser socialista”. Betty y Tony, su esposo, emigran y se radican en la ciudad de Edmonton en 1946. Él es contratado como profesor de filosofía de la Universidad.
Ninguna de las causas más relevantes de su época, les fue ajena. En la década de los 60 y 70 en plena guerra fría, toman parte en el movimiento de lucha por la paz, el desarme nuclear y en contra de la guerra de Vietnam.
En el escenario político canadiense, fueron miembros de la CCF (Co-operative Commonwealth Federation), organización social demócrata, que más tarde daría origen al actual Partido Nueva Democracia (NDP). Asisten como delegados a la Convención de fundación del NDP el año 1961. En el ámbito local, crean la organización Woodsworth-Irvine Socialist Fellowship, con el objetivo de promover el debate y difusión de las ideas del socialismo democrático.
Betty participa, además, en la fundación de varias otras organizaciones tales como Voice of Women, Raging Grannies, y Parkland Institute de Edmonton, a través de las cuales defiende los derechos de la mujer, los programas sociales y se opone a la privatización de la salud propiciada por el gobierno derechista de Ralph Klein.
El golpe militar que derrocó el gobierno constitucional de Salvador Allende en 1973, sumaría nuevas causas a su agenda internacionalista: la lucha decidida por los derechos humanos y la democracia.
Impactada por las noticias, junto a otros canadienses progresistas, constituye un Comité de Solidaridad con el pueblo de Chile, el cual juega un importante rol en los esfuerzos por persuadir al gobierno canadiense, de la necesidad de recibir en calidad de refugiados, a los prisioneros políticos provenientes de las cárceles y campos de concentración del régimen de Pinochet.

En la primavera de 1975, se realiza en su casa, una reunión a la que asisten los representantes políticos de la Unidad Popular y el Comité Canadiense, y en la cual se la lanza la iniciativa de conmemorar, por primera vez, el 11 de septiembre en la ciudad de Edmonton. En aquélla oportunidad “la compañera Betty”, en un apasionado discurso, llamó a los participantes a la unidad, a continuar la lucha por la democracia y a construir solidaridad.
Betty Mardiros falleció el 30 de marzo, recién pasado, a la edad de 84 años. The Raging Grannies, un grupo de abuelas, que utiliza el canto y el humor para expresar su descontento y propiciar el cambio social, fue la iniciativa que consumió sus últimas energías y desvelos. “La canción humorística es uno de los métodos más efectivos de acción política que nunca había probado”, declararía. Quizás lo que más impresiona de su vida, es la determinación y fortaleza para mantener sus ideales y su acción política hasta el final.
Ser activo y abrazar causas cuando joven es fácil, pero mantener las convicciones y el entusiasmo, a través de los años, es muy difícil. Más ahora en esta época que nos toca vivir, donde las dificultades nos inmovilizan y el desaliento nos extingue la pasión por aquellas causas que, antes, nos hacían vibrar.
Betty Mardiros, con su extraordinaria consecuencia, se ubica en esa rara categoría de hombres y mujeres que luchan toda una vida. Esa elite, a la cual Bertolt Bretch llamaría, certeramente, los imprescindibles.

Monday, April 09, 2007

Concentración Económica y Predicciones Teóricas

La concentración de la riqueza en manos de unos pocos, se ha profundizado durante el actual gobierno de Michelle Bachelet. Las diez empresas con mayores ganancias, en el año 2006, aportaron el 60 % de las utilidades reportadas por el total de las sociedades anónimas que entregan sus resultados a la Superintendencia de Valores. De acuerdo a la información entregada por el organismo estatal, 600 empresas registraron un record histórico de utilidades que alcanzó a los US $18 mil millones, lo cual representa un aumentó cercano a 40 % respecto a 2005. El diario económico Estrategia indicó que el “8% de las sociedades anónimas concentró el 90 % del aumento de las utilidades.”
En el primer lugar del ranking sé ubicó Minera Escondida con utilidades por US$ 5.325 millones, las cuales representan un 30 % del total de ganancias. Las extraordinarias utilidades logradas por los consorcios cupríferos privados, se debieron a los altos precios del cobre en los mercados internacionales durante el período. A continuación se ubicó Empresas Copec, perteneciente al conglomerado más importante existente en la económica chilena controlado por el grupo Angelini.
El economista Hugo Fazio, en un articulo publicado por Argenpress, resume la situación señalando que los tres grupos económicos más importantes, tuvieron un año muy favorable como consecuencia, en particular, de las ganancias de una empresa. Angellini por los resultados alcanzados por Celulosa Arauco. Luksic por las utilidades del holding Antofagasta Minerals beneficiada por el aumento del precio del cobre. Y Matte por la eléctrica Colbun que le aportó las mayores utilidades.
Fazio apunta, además, que la concentración económica queda en evidencia al considerar el sector exportador, el cual incluye filiales de empresas extranjeras que no aparecen en el informe de la superintendencia. Durante 2005, “las diez empresas con mayores ventas efectuaron un 54.5% de las exportaciones totales”.
El aumento de la concentración de la riqueza en manos de los grupos económicos es inadmisible, pero de ninguna manera sorprendente. La confirmación con cifras de lo que más o menos todos los chilenos sospechan, es la consecuencia lógica de la inalterable aplicación del modelo económico neoliberal por parte del actual gobierno.
Lo más significativo e ilustrativo, quizás, es que el capitalismo en el ámbito mundial y la burguesía chilena, en el caso específico de nuestro país, aportan los argumentos que confirman la certeza del marxismo.
El escritor británico Alan Woods en su ponencia titulada “El Socialismo No Es Utópico Sino Una Necesidad”, señala que los defensores del capitalismo sostienen que “Marx se equivocó, cuando predijo la inevitabilidad de la concentración del capital cada vez en menos manos, pero las cifras demuestran todo lo contrario. Nunca en toda la historia la concentración del capital ha sido más intensa que ahora”. Se estima que 200 grandes empresas controlan una cuarta parte de las actividades económicas a escala mundial. Y de acuerdo a la reciente información de la Superintendencia de Valores, un puñado de diez empresas concentra la mayor parte de las utilidades que genera la economía chilena.
Agrega Woods, que los detractores también rechazan el planteamiento marxista de la creciente pauperización de las masas en el capitalismo. Al respecto, es necesario aclarar que para Marx el nivel de pobreza siempre tuvo un carácter relativo y no absoluto. Y, precisamente, si se analiza la situación de los trabajadores en el ámbito global se ha producido, en términos relativos, un aumento notable de la desigualdad entre ricos y pobres no sólo en los países del tercer mundo, sino incluso en los países más desarrollados como Estados Unidos y Canadá.
La gigantesca concentración de los bienes y las ganancias del capital, acrecentada en el primer año del gobierno de Bachelet, contrasta con el escaso crecimiento de las remuneraciones y los exiguos ingresos de la mayoría de la población. Chile, no sin razón, ostenta el vergonzoso título de ser el país latinoamericano con la peor distribución de ingresos superado solamente por Brasil.
A la luz de la brutal desigualdad social existente, tal vez, deberían modificar el slogan Concertacionista de la campaña presidencial “Chile somos todos. Lo forjamos entre todos...”, y agregarle, “para provecho de unos pocos”.