Wednesday, September 06, 2006

El 11 Nuestro y el de Ellos

...puede ocurrir que los muertos
sean más peligrosos que los vivos”.
Anton Antonov-Ovseyenko

De nuevo cabalga septiembre en las páginas del calendario. Y para los chilenos, donde quiera que se encuentren, este mes tiene una especial significación. Septiembre genera sentimientos contradictorios, simboliza nuestros triunfos y derrotas, evoca nuestras esperanzas y tragedias, recuerda nuestras alegrías y tristezas. Un día en particular, el 11, sintetiza por un lado, la vileza y la traición de Augusto Pinochet y, por el otro, la lealtad y el heroísmo del Presidente Salvador Allende.
Algunos quisieran que se nos borrara la memoria y que de una vez por todas nos olvidáramos del pasado. Pero eso no es posible y no va ocurrir jamás.

Han transcurrido 33 años, desde el criminal golpe militar que derrocó el gobierno democrático del Presidente Allende y la memoria histórica de los chilenos, dentro del país y en los más apartados rincones del planeta, permanece vigilante y lúcida.
Cada 11 de septiembre, en un compromiso casi ritual, se detienen por un instante las labores cotidianas, para participar en sencillos actos de conmemoración y homenaje a los miles de hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas en la prolongada y cruenta lucha de resistencia contra la dictadura. Ese día, los chilenos se reencuentran para recapitular un episodio doloroso de la historia de Chile, donde resalta la nobleza y la consecuencia de Salvador Allende combatiendo en el Palacio de La Moneda por la dignidad de Chile, por la democracia y el socialismo.

Se sabe, hoy, fehacientemente que Pinochet no actuó solo en sus fechorías y que tuvo la ayuda de poderosos cómplices para cometer sus crímenes. La periodista chilena Patricia Verdugo, en su libro Allende: Como la Casa Blanca Provocó su Muerte, recompone las piezas del complejo puzzle de la intervención del gobierno de los Estados Unidos en Chile, y denuncia las acciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Pentágono que culminaron en el golpe militar y en en el suicidio del presidente.
Es importante señalar, para quienes duden de la imparcialidad del libro, que la periodista utiliza como fuentes de información el informe final de la comisión investigadora del Senado norteamericano, presidida por el senador Frank Church, titulado Acciones encubiertas en Chile 1963 – 1973. Igualmente, basa su investigación en los diecisiete mil documentos desclasificados por la CIA, y que cualquier persona puede leer a través de internet. Como es sabido, en febrero de 1999, el presidente Bill Clinton ordenó a las agencias de seguridad de su país “recuperar y revisar para su desclasificación todos los documentos que den luces acerca de abusos de derechos humanos, terrorismo y otros actos de violencia política en Chile” ocurridos entre los años 1968 y 1990.

El gobierno de Richard Nixon, según estos documentos, autorizó y entregó a la CIA más de 10 millones de dólares para organizar el golpe de estado. Con ese dinero la CIA compro políticos, generales y medios de comunicación para desestabilizar el gobierno de la Unidad Popular. También uso la valija diplomática para enviar las armas con las cuales se asesinó al general René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército.
Casi tres décadas más tarde, las ironías del azar histórico determinaron un nuevo y trágico 11 de septiembre. Esta vez sería Estados Unidos, las torres del World Trade Centre y el Pentágono, el pueblo norteamericano, la víctima del terrorismo. Se desconocen las razones de Osama bin Laden y Al Qaeda, para elegir la fecha de su ataque siniestro. Lo que sí se sabe, es que los ciudadanos de New York vivieron, ese día, el mismo drama humano que había vivido los chilenos varios años antes. Era como si una poderosa mano invisible, hubiese dispuesto los elementos para replicar la tragedia chilena y castigar a los responsables.
Los chilenos condenamos, del modo más categórico, aquel crimen y solidarizamos con la multitud angustiada que lloraba a sus muertos y buscaba a sus familiares desaparecidos. Nosotros conocíamos ese dolor, porque habíamos vivido, durante 17 años, los horrores del terrorismo de estado de la dictadura militar.

Ha sido, oficialmente, reconocida la implantación de una política de estado, condición para la imposición del modelo económico, destinada a exterminar a un importante sector de chilenos considerados “enemigos internos”. Como consecuencia de esas directrices, durante el régimen de Pinochet se asesinó a miles de personas, se hicieron desaparecer a miles más, se encarcelaron y se torturaron a cientos de miles y se enviaron al exilio cerca de un millón de compatriotas.
Desde el 2001, por desgracia, tenemos dos 11 de septiembre: él nuestro y el de ellos. En el nuestro, que tendrá como siempre una escasa cobertura en los globalizados medios informativos, se rendirá homenaje a los héroes y mártires del pueblo chileno. Las nuevas generaciones conocerán sus vidas, aprenderán de sus luchas y mantendrán vigentes sus sueños de construir una sociedad más justa, humanista y solidaria.
En el nuestro, se continuará exigiendo verdad y justicia, porque de acuerdo al derecho internacional, las gravísimas violaciones de los derechos humanos cometidas por la dictadura, son considerados crímenes contra la humanidad que no prescriben y, por lo tanto, el estado chileno tiene la obligación de investigar.

Los hombres y mujeres que se ponen al servicio de las causas más nobles de la humanidad nunca mueren, continúan viviendo en el recuerdo, en el corazón y en la memoria colectiva de los pueblos.
Salvador Allende, el más insigne de nuestros héroes, se ha hecho más grande con el tiempo. Ha dejado, incluso, de pertenecerle a los chilenos. Ahora es un personaje universal. Cientos, tal vez miles de plazas, parques, calles, estatuas, hospitales y escuelas llevan su nombre en todo el mundo. Sus ideas siguen influyendo el curso de la historia y las luchas actuales en Chile, América Latina y otros continentes.
Es reconfortante ver a los jóvenes en nuestro país, como exhiben orgullosos en sus camisetas y banderas el retrato de Allende, y retoman sus ideas como fuente de inspiración en las luchas por la democratización política y el establecimiento de una educación pública de calidad para todos.

Wednesday, June 28, 2006

Gracias por Hacernos Creer de Nuevo

Hay que sacarse el sombrero y saludar con admiración y respeto a los estudiantes secundarios. En un mes dieron lecciones de democracia y acción política inéditas e hicieron lo que ningún gobierno de la Concertación había sido capaz de hacer en 16 años. En un mes nos devolvieron a la mayoría de los chilenos, de adentro y de afuera, la esperanza de que es posible imaginar una sociedad distinta y más justa. Nos hicieron creer, de nuevo, que hay un futuro distinto y mejor para Chile.
Estos jóvenes “hijos de la Concertación”, que crecieron escuchando que el país había retornado a la democracia descubren, de pronto, a punta de bombas lacrimógenas, huidas y cañonazos de agua, que el sistema político en que viven se parece muy poco a una democracia. Advierten que el supuesto “gobierno ciudadano” de la Presidenta Michelle Bachelet, no tiene ningún interés en que ellos se organicen, actúen y propongan soluciones a los urgentes problemas que les afectan, no sólo a ellos, sino a todo el país. Los ignoran como siempre, los reprimen violentamente, intentan dividirlos, tratan de desprestigiarlos argumentado que no saben lo que quieren y que no tienen propuesta. Ellos mantienen la calma y aguardan con optimismo el discurso del 21 de mayo de la Presidenta, pero éste no contenía ni siquiera una línea dedicada al movimiento estudiantil, el cual por esos días aún continuaba en huelga; había sólo una mención a los encapuchados y una imprecisa promesa para mejorar la calidad de la educación. Karina Delfino, una de los voceros diría al respecto, [nosotros] “esperábamos otra respuesta. Si la Presidenta hace mención de la crisis educacional, o de la brecha que existe entre estudiantes ricos y pobres, otro sería el escenario”.
A pesar de los intentos por ignorarlos, el movimiento estudiantil continuó resuelto y ahora apuntando más lejos en sus demandas. El gobierno, finalmente, decide negociar, cede, destituyen jefes policiales para desviar responsabilidades en la represión, hacen concesiones y prometen soluciones. Los jóvenes habían derrotado la arrogancia característica del gobierno.
La impresionante y masiva movilización de las y los estudiantes secundarios pone en evidencia la imperiosa necesidad de una profunda democratización política del país. El sistema político excluyente, de democracia sin pueblo y sin participación, queda seriamente cuestionado.
El otro gran logro de la “rebelión de los pingüinos” es haber puesto en la mesa de discusión del país el tema de la crisis de la Educación Chilena, tópico sistemáticamente ignorado por los gobiernos de la concertación durante 16 años.
Distintos personeros del gobierno, mintieron descaradamente acusando al movimiento estudiantil de no tener propuesta. De inmediato los estudiantes respondieron mostrando a los medios de comunicación, un documento que habían entregado al Ministro de Educación, Sergio Bitar, en noviembre del 2005, en el cual daban a conocer sus proposiciones para mejor la educación.
Entre las principales propuestas, los estudiantes exigen la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de la Educación (LOCE); la constitución inmediata de una comisión de carácter resolutivo para redactar una nueva ley con participación de todos los sectores sociales involucrados en el proceso educativo; y la devolución de las escuelas al Estado para garantizar el derecho a la educación de calidad para todos los chilenos. De paso enrostran al gobierno que en la supuesta democracia en que viven, siguen vigentes las leyes de la dictadura, ya que la LOCE fue la última ley promulgada por Pinochet el año 1990.
Las transformaciones fundamentales que propone el movimiento estudiantil, crearon un escenario político imprevisto para el gobierno de la concertación. El programa de la Presidenta Michelle Bachelet, en la misma línea de continuidad de los gobiernos anteriores, no contempla la realización de cambios estructurales en la educación ni en otras áreas. La respuesta a las proposiciones de los estudiantes, fue el anuncio de un proyecto de reforma a la constitución que asegure el derecho a la educación y algunas modificaciones a la LOCE el cual seria realizado por “un conjunto de parlamentarios y expertos de la Concertación”. Los estudiantes, como era de suponer, rechazaron los ofrecimientos del gobierno, talvez porque saben o intuyen que la política de parches de la Concertación, que en apariencia pareciera cambiarlo todo, al final termina cambiando nada. La inequívoca respuesta de los jóvenes apareció escrita en las murallas de los colegios con la consigna “Sólo sé, que no LOCE”. Y la historia más reciente les da la razón, porque a la famosa LOCE desde 1991 hasta ahora, se le han hecho 10 modificaciones que no han resuelto en nada la desastrosa situación de la educación.
“Nos sentimos victoriosos, sentimos que le hemos doblado la mano al gobierno”, expresó el vocero Juan Carlos Herrera, al comunicar él termino de los paros y tomas de colegios. Y es así, no hay exageración en las conclusiones de los jóvenes, baste mencionar que en pocos días estremecieron los cimientos del sistema educacional, impusieron al gobierno una agenda inmediata para mejorar la educación y consiguieron una importante representación en el Consejo Asesor Presidencial. Se comprometieron, además, de continuar movilizados en pos de “los cambios de fondo.”
La lucha de las y los estudiantes secundarios, mostró una voluntad de cambios profundos no sólo en la educación, sino al nivel de toda la sociedad. Es por eso, que las organizaciones sociales y políticas que se plantean el cambio en el país deberían, con mucha modestia y humildad, comenzar a aprender de esta nueva generación de jóvenes. Hay allí indiscutibles indicios de nuevas formas de hacer política que es imprescindible estudiar, analizar y aplicar. La Asamblea de Estudiantes Secundarios (ADES), sintetiza una práctica de democracia interna ejemplar donde los voceros son revocables en cualquier instante. El movimiento estudiantil en su conjunto actúa con plena autonomía frente a las autoridades de gobierno y las organizaciones políticas tradicionales; con una admirable creatividad y flexibilidad táctica para vencer uno a uno los múltiples obstáculos que encontraron a lo largo del conflicto y para derrotar el cerco comunicacional; la sorprendente capacidad y preparación de sus dirigentes para representar y exponer los acuerdos de la asamblea.
Por esas lecciones de democracia, por sus acciones políticas inéditas, pero por sobretodo, por habernos devuelto intacta la esperanza a la mayoría de los chilenos, por hacernos creer de nuevo en nuestro país, en un Chile distinto más justo y solidario, hay que ponerse de pie y sacarse el sombrero en señal de gratitud y admiración por los estudiantes secundarios. Gracias por el mayo inolvidable que vivimos.

Tuesday, April 25, 2006

No tengo razones para celebrar

En Abril recibí, a través del correo, una carta inesperada. Contenía una invitación para asistir a la conmemoración del 73 aniversario de la fundación del Partido Socialista de Chile.
Mientras leía la invitación, no pude evitar retroceder en el tiempo y recordar aquellos años cuando, recién, me iniciaba en las labores educacionales, como maestro rural en el villorrio de Colicheu, en la zona de Yumbel; y que consecuencialmente, coinciden con mis primeros pasos en política. En ese poblado campesino, la desigualdad social y la pobreza, concurrían a la escuela y se sentaban frente a mí, en la sala de clases cada mañana. Fue la realidad económico-social del país, la que me empujó a
ingresar a una organización política. Fue la que me hizo socialista, en la primavera del año 1969.
Elegí el Partido Socialista, porque era una organización política de izquierda, que se proponía como objetivo una revolución social, para realizar cambios profundos en la sociedad chilena, que hicieran posible la construcción de un país mas justo e igualitario para todos. Esa fue la idea esencial que iluminó la lucha y la obra del gobierno del Presidente Salvador Allende.

La historia de lo que vino a continuación, la conocemos todos. El gobierno constitucional y democrático de Salvador Allende, fue derrocado en un sangriento golpe militar ideado, planeado y financiado por el gobierno de los Estados Unidos. Con la dictadura militar los chilenos retrocedimos, durante 16 años, a una era de barbarie, donde de verdad el hombre se convirtió en el lobo del hombre.
Después, vendría la heroica etapa de reconstruir clandestinamente el partido
y organizar la resistencia contra la dictadura, tarea que se inicia, a partir, del mismo golpe militar. Puedo asegurar que no eran muchos, en esos días, los que tuvieron el valor de jugarse el pellejo en esa arriesgada misión. Ahí estuve, junto a unos pocos, entregando mi contribución a la reorganización del PS en la provincia de Concepción.
Lo hicimos con la convicción de estar construyendo una organización nueva, mejor que la que existía, depurada de sus errores y de sus deficiencias. Esas fueron, igualmente, las ideas fundamentales que animaron el trabajo de la Dirección Central Clandestina de esos tiempos (Ezequiel Ponce, Carlos Lorca y Ricardo Lagos Salinas, detenidos, torturados y desaparecidos por la dictadura).
La lucha se daba en dos frentes al mismo tiempo. Se resistía contra la dictadura y se resistía, internamente, contra el tsunami de la renovación socialista, la cual finalmente se impone en el Congreso de Unidad de 1990. Los renovadores llegaron tanto lejos, que fueron capaces de cambiar la identidad histórica del partido. El PS dejó de expresar políticamente a los trabajadores como clase y, abandona, desde ese instante, la visión marxista de interpretación de la historia.
En 1990, se inician los gobiernos de la Concertación, sustentados básicamente en la alianza PS-PDC. Nadie puede cuestionar que, durante estos años, el PS ha proporcionando militantes y tecnócratas que han sido extraordinariamente eficientes en la mantención del modelo económico neoliberal. Conviven, sin sonrojarse, con un sistema que sostiene la inequidad económico-social de la mayoría de los chilenos, que entrega el patrimonio nacional a la voracidad de las empresas privadas transnacionales, y que hace de la salud, la educación y la previsión social un inmoral negocio.
El PS, de hoy, me parece irreconocible. No es la organización política a la cual ingresé en la primavera de 1969 y en la cual permanecí durante 25 años. No es, tampoco, el partido en el cual militó Allende. Dejó, hace rato, de ser un partido de izquierda. Si uno revisa las plataformas políticas de las principales tendencias que, por estos días, se disputan la dirección, ninguna se plantea el cambio del sistema económico vigente. Por lo tanto, hasta el nombre socialista es un contrasentido, para un partido que defiende el capitalismo en su expresión neoliberal.
Agradezco la invitación, quienquiera que me la haya enviado, pero con mucha honestidad debo decir que no tengo razones para celebrar. Seguiré siendo un socialista de ideas y de principios y no me faltaran trincheras desde las cuales luchar.

Thursday, April 13, 2006

Crónica de una aventura anticipada

Hacer un viaje, a donde quiera que sea, es siempre una suerte de aventura. Se conoce el destino, se bosqueja un plan, pero nunca hay plena seguridad que las cosas salgan como se pensaron. Desde el inicio al final, hay espacio para lo inesperado, lo incierto, lo desconocido. Ahí es, cuando comienza la aventura.
En enero de este año, toda la familia, hicimos un viaje a Chile que resultó ser una grata e insólita aventura.

Desde que la dictadura me permitió el ingreso al país en 1988, he viajado en varias ocasiones, pero este último viaje tuvo características singulares.
En esta oportunidad iba con la “familia extendida”, no era sólo yo o nosotros y la hija, sino que ahora éramos nosotros más la familia de la hija, es decir, nuestro yerno y los dos nietos canadienses.

¡Cómo nos ha cambiado la vida! Este dato es ilustrativo de la nueva realidad demográfico-social de las comunidades chilenas residentes en el mundo. Las primeras oleadas migratorias de chilenos que salen al exilio llevan más de 30 años viviendo fuera del país, con hijos e hijas que han crecido, se han educado y se han mezclado racialmente con los habitantes de los respectivos países donde arribaron. No es raro, entonces, encontrarse con familias como la nuestra, de nacionalidades mixtas tales como chileno-canadiense, chileno-francés, chileno-sueco, chileno-mexicano etc., que andan visitando y recorriendo el país igual que uno.
Dieciocho horas de vuelo nos tomó desplazarnos desde las frías estepas del invierno canadiense, hasta los asoleados valles del verano chileno. El avión de Air Canadá aterrizó con cinco horas de atraso, debido a una inexplicable demora en el aeropuerto de Toronto. A pesar de la larga espera, los familiares y el empleado de la empresa de arriendo de autos aguardaban estoicamente.
El objetivo principal del tour era mostrarle, a la hija y los miembros canadienses del clan, los aspectos más relevantes del país y el resto de la parentela.
Con esa misión en mente, y teniendo cuenta la geografía y longitud del país,
llegamos a la conclusión que era imprescindible contar con un vehículo para movilizarnos en forma rápida y expedita. Con anterioridad iniciamos, a través de la Internet, la búsqueda de información de compañías de arriendo. De acuerdo a nuestra investigación una de las empresas que ofrece precios y servicios bastante convenientes es Santiago Rent a Car.
Quizás sea, igualmente, útil señalar para aquellos potenciales turistas, que en Chile el arriendo de autos es caro. A modo de ejemplo, el arriendo mensual de un minivan Chrysler, modelo Dogde Caravan, año 2005, tiene un costo aproximado a los 3 mil dólares canadienses. El mismo minivan se puede arrendar en Canadá, en la empresa Budget por 2 mil.
Anduvimos cerca de 5 mil kilómetros. Desde Santiago nos dirigimos, primero, hacia el norte con destino a la Serena. Esta ciudad es un centro turístico de renombre nacional e internacional, que atrae gran cantidad de turistas chilenos y argentinos. Tiene la virtud de ofrecer una combinación de épocas y estilos diferentes. La arquitectura colonial de los edificios antiguos y el desarrollo turístico moderno que se aprecia en los múltiples y elegantes hoteles a lo largo de la Avenida del Mar.
La Serena y sus alrededores, Coquimbo y el Valle de Elqui, deberían aparecer en el itinerario turístico de cualquier viaje a Chile. Nuestro testimonio de los cinco días que permanecimos en la ciudad, disfrutando de la espectacular vista panorámica de la Avenida del Mar, del sol y de la playa, son un argumento a favor.
Regresamos a Santiago sólo para recoger el resto del equipaje, permitir que los niños descansaran algunas horas y luego continuamos hacia el sur.
Concepción es la ciudad donde vivimos hace treinta años, donde trabajamos, donde Adriana y yo nos conocimos, donde fundamos la familia, donde nació
nuestra hija, donde luchamos, donde sufrimos la prisión política y desde donde la dictadura nos envió al destierro. Es la ciudad donde, aún, habitan los más hermosos, los más apasionantes y los más tristes recuerdos de una época. Es allí también, donde todavía vive la mayor parte de nuestros parientes.
El turista, en especial aquel que viene del extranjero, que tiene ocasión de viajar por las principales carreteras del país tropieza, inevitablemente, con el modelo económico impuesto por la dictadura y que permanece casi intocable después de 15 años de gobiernos democráticos. El neoliberalismo anda suelto por los caminos, calles, ciudades y campos de Chile.

Para ir al sur hay que tomar la ruta 5, más conocida como panamericana, la cual fue dividida en 8 tramos para efecto de las licitaciones o concesiones. En este instante las más importantes carreteras del país han sido concesionadas o privatizadas y por lo tanto autorizadas para cobrar peajes. Desde Santiago a Puerto Montt hay 12 plazas de peajes tróncales, pero además existen los peajes laterales. Así por ejemplo, en el tramo 1 que va desde Santiago a San Fernando, existen 19 peajes laterales y en el tramo 2 que va desde San Fernando a Talca, 24 peajes laterales. El valor de los peajes principales va desde los 1.600 hasta los 2.700 pesos, lo que en moneda canadiense es igual a 4 y 6 dólares.
Pagan no sólo quienes viajan desde una ciudad a otra, sino también los agricultores y campesinos que como parte de sus labores cotidianas, tienen que entrar y salir de la carretera. Tuvimos ocasión de presenciar, cerca de San Fernando, una protesta en contra de estos cobros abusivos.

En los últimos años, los desvaríos privatizadores han alcanzado limites increíbles, concesionado hasta algunas importantes calles de Santiago y por lo tanto, hoy, los santiaguinos deben pagar peaje por transitar en ellas.
Este fue el primer impacto neoliberal que recibimos cuando apenas llegábamos al país. En la empresa de arriendo nos informaron que el minivan tenia el dispositivo TAG, que nos permitiría utilizar las avenidas concesionadas de la ciudad. De esta manera, cada vez que entrábamos a la Avenida Américo Vespucio la cajita TAG comenzaba a hace ruido advirtiéndonos que era hora de pagar.
Ernie, el yerno canadiense,
observaba asombrado e incrédulo. No podía comprender que la gente tuviera que pagar para transitar por las calles y caminos. Es muy difícil, en realidad, entender cuando se vive en un país como Canadá, donde a pesar de existir el mismo sistema capitalista, el estado posee los recursos económicos suficientes para impulsar el desarrollo y construir obras públicas, sin imponer pagos onerosos a sus ciudadanos. Es la diferencia entre vivir en un capitalismo civilizado y otro salvaje.
Desde Concepción, luego de compartir gratos momentos con la familia, seguimos viaje a Pucón. Este es otro de los destinos turísticos preferidos tanto de nacionales como extranjeros. Los pueblos de Pucón y Villarrica, con su impresionante paisaje de montañas, volcanes, bosques, ríos y lagos ofrece al turista múltiples posibilidades de descanso y entretención. Por nuestra parte, disfrutamos a plenitud cinco días, de las cristalinas aguas del lago y la fabulosa vista del volcán Villarrica.
Desde la extraordinaria belleza del sur del país, iniciamos el regreso al otro extremo del continente. Más carreteras lindas, más kilómetros, más peajes.
¿Qué les parecen las excelentes carreteras que tenemos? Era la persistente pregunta que salía a nuestro encuentro. Nuestros compatriotas, sin duda, se sienten muy orgullosos de sus caminos, sin cuestionar la política de privatizaciones.
Lo cierto es que las bonitas carreteras no son todavía de los chilenos. Les pertenecerán cuando las paguen. Mientras tanto, las principales carreteras del país son de las empresas privadas que las construyeron, y lo serán por 25 años, que es el tiempo que dura la mayoría de las concesiones En ese lapso los concesionarios harán el negocio del siglo.
El año 1991, durante el primer gobierno de la concertación, se promulgó una ley que permitía entregar en concesión prácticamente cualquier obra vial. Sin embargo, las concesiones alcanzaron su auge durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, período en que el Ministro de Obras Públicas, era “el socialista” Ricardo Lagos Escobar. Entre los años 1994 y1998, se impulsa sin escrúpulos el sistema de concesiones a la empresa privada con inversiones que alcanzaron cerca de los 2.000 mil millones de dólares en distintos proyectos.
Después, cuando Ricardo Lagos llega a la Presidencia de la República continua impulsando la política de concesiones o entrega a la empresa privada de los servicios públicos esenciales y del patrimonio que pertenece a todos los chilenos. Así, la Empresa de Obras Sanitarias (EMOS), que era una eficiente empresa del estado, fue privatizada en una acción iniciada durante el gobierno de Frei y terminada durante su gobierno.
Con justa razón el diario El Mercurio, en una encuesta realizada entre 20 prominentes historiadores, cientistas políticos y académicos, obviamente todos de reconocidas inclinaciones neoliberales, proclamaron al gobierno del Presidente Lagos como el mejor de los últimos 30 gobiernos que ha tenido Chile.
Otras 18 horas de vuelo nos devolvieron, de nuevo, a las heladas estepas del oeste canadiense. La nieve escasa durante toda nuestra ausencia, llegó abundante como celebrando nuestro retorno a casa. Cada cual se trajo en la maleta, un montón de recuerdos placenteros y algunos no muy gratos, pero al final de cuentas todos vivimos intensamente la aventura anticipada del último viaje.