Tuesday, April 25, 2006

No tengo razones para celebrar

En Abril recibí, a través del correo, una carta inesperada. Contenía una invitación para asistir a la conmemoración del 73 aniversario de la fundación del Partido Socialista de Chile.
Mientras leía la invitación, no pude evitar retroceder en el tiempo y recordar aquellos años cuando, recién, me iniciaba en las labores educacionales, como maestro rural en el villorrio de Colicheu, en la zona de Yumbel; y que consecuencialmente, coinciden con mis primeros pasos en política. En ese poblado campesino, la desigualdad social y la pobreza, concurrían a la escuela y se sentaban frente a mí, en la sala de clases cada mañana. Fue la realidad económico-social del país, la que me empujó a
ingresar a una organización política. Fue la que me hizo socialista, en la primavera del año 1969.
Elegí el Partido Socialista, porque era una organización política de izquierda, que se proponía como objetivo una revolución social, para realizar cambios profundos en la sociedad chilena, que hicieran posible la construcción de un país mas justo e igualitario para todos. Esa fue la idea esencial que iluminó la lucha y la obra del gobierno del Presidente Salvador Allende.

La historia de lo que vino a continuación, la conocemos todos. El gobierno constitucional y democrático de Salvador Allende, fue derrocado en un sangriento golpe militar ideado, planeado y financiado por el gobierno de los Estados Unidos. Con la dictadura militar los chilenos retrocedimos, durante 16 años, a una era de barbarie, donde de verdad el hombre se convirtió en el lobo del hombre.
Después, vendría la heroica etapa de reconstruir clandestinamente el partido
y organizar la resistencia contra la dictadura, tarea que se inicia, a partir, del mismo golpe militar. Puedo asegurar que no eran muchos, en esos días, los que tuvieron el valor de jugarse el pellejo en esa arriesgada misión. Ahí estuve, junto a unos pocos, entregando mi contribución a la reorganización del PS en la provincia de Concepción.
Lo hicimos con la convicción de estar construyendo una organización nueva, mejor que la que existía, depurada de sus errores y de sus deficiencias. Esas fueron, igualmente, las ideas fundamentales que animaron el trabajo de la Dirección Central Clandestina de esos tiempos (Ezequiel Ponce, Carlos Lorca y Ricardo Lagos Salinas, detenidos, torturados y desaparecidos por la dictadura).
La lucha se daba en dos frentes al mismo tiempo. Se resistía contra la dictadura y se resistía, internamente, contra el tsunami de la renovación socialista, la cual finalmente se impone en el Congreso de Unidad de 1990. Los renovadores llegaron tanto lejos, que fueron capaces de cambiar la identidad histórica del partido. El PS dejó de expresar políticamente a los trabajadores como clase y, abandona, desde ese instante, la visión marxista de interpretación de la historia.
En 1990, se inician los gobiernos de la Concertación, sustentados básicamente en la alianza PS-PDC. Nadie puede cuestionar que, durante estos años, el PS ha proporcionando militantes y tecnócratas que han sido extraordinariamente eficientes en la mantención del modelo económico neoliberal. Conviven, sin sonrojarse, con un sistema que sostiene la inequidad económico-social de la mayoría de los chilenos, que entrega el patrimonio nacional a la voracidad de las empresas privadas transnacionales, y que hace de la salud, la educación y la previsión social un inmoral negocio.
El PS, de hoy, me parece irreconocible. No es la organización política a la cual ingresé en la primavera de 1969 y en la cual permanecí durante 25 años. No es, tampoco, el partido en el cual militó Allende. Dejó, hace rato, de ser un partido de izquierda. Si uno revisa las plataformas políticas de las principales tendencias que, por estos días, se disputan la dirección, ninguna se plantea el cambio del sistema económico vigente. Por lo tanto, hasta el nombre socialista es un contrasentido, para un partido que defiende el capitalismo en su expresión neoliberal.
Agradezco la invitación, quienquiera que me la haya enviado, pero con mucha honestidad debo decir que no tengo razones para celebrar. Seguiré siendo un socialista de ideas y de principios y no me faltaran trincheras desde las cuales luchar.

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