Thursday, April 13, 2006

Crónica de una aventura anticipada

Hacer un viaje, a donde quiera que sea, es siempre una suerte de aventura. Se conoce el destino, se bosqueja un plan, pero nunca hay plena seguridad que las cosas salgan como se pensaron. Desde el inicio al final, hay espacio para lo inesperado, lo incierto, lo desconocido. Ahí es, cuando comienza la aventura.
En enero de este año, toda la familia, hicimos un viaje a Chile que resultó ser una grata e insólita aventura.

Desde que la dictadura me permitió el ingreso al país en 1988, he viajado en varias ocasiones, pero este último viaje tuvo características singulares.
En esta oportunidad iba con la “familia extendida”, no era sólo yo o nosotros y la hija, sino que ahora éramos nosotros más la familia de la hija, es decir, nuestro yerno y los dos nietos canadienses.

¡Cómo nos ha cambiado la vida! Este dato es ilustrativo de la nueva realidad demográfico-social de las comunidades chilenas residentes en el mundo. Las primeras oleadas migratorias de chilenos que salen al exilio llevan más de 30 años viviendo fuera del país, con hijos e hijas que han crecido, se han educado y se han mezclado racialmente con los habitantes de los respectivos países donde arribaron. No es raro, entonces, encontrarse con familias como la nuestra, de nacionalidades mixtas tales como chileno-canadiense, chileno-francés, chileno-sueco, chileno-mexicano etc., que andan visitando y recorriendo el país igual que uno.
Dieciocho horas de vuelo nos tomó desplazarnos desde las frías estepas del invierno canadiense, hasta los asoleados valles del verano chileno. El avión de Air Canadá aterrizó con cinco horas de atraso, debido a una inexplicable demora en el aeropuerto de Toronto. A pesar de la larga espera, los familiares y el empleado de la empresa de arriendo de autos aguardaban estoicamente.
El objetivo principal del tour era mostrarle, a la hija y los miembros canadienses del clan, los aspectos más relevantes del país y el resto de la parentela.
Con esa misión en mente, y teniendo cuenta la geografía y longitud del país,
llegamos a la conclusión que era imprescindible contar con un vehículo para movilizarnos en forma rápida y expedita. Con anterioridad iniciamos, a través de la Internet, la búsqueda de información de compañías de arriendo. De acuerdo a nuestra investigación una de las empresas que ofrece precios y servicios bastante convenientes es Santiago Rent a Car.
Quizás sea, igualmente, útil señalar para aquellos potenciales turistas, que en Chile el arriendo de autos es caro. A modo de ejemplo, el arriendo mensual de un minivan Chrysler, modelo Dogde Caravan, año 2005, tiene un costo aproximado a los 3 mil dólares canadienses. El mismo minivan se puede arrendar en Canadá, en la empresa Budget por 2 mil.
Anduvimos cerca de 5 mil kilómetros. Desde Santiago nos dirigimos, primero, hacia el norte con destino a la Serena. Esta ciudad es un centro turístico de renombre nacional e internacional, que atrae gran cantidad de turistas chilenos y argentinos. Tiene la virtud de ofrecer una combinación de épocas y estilos diferentes. La arquitectura colonial de los edificios antiguos y el desarrollo turístico moderno que se aprecia en los múltiples y elegantes hoteles a lo largo de la Avenida del Mar.
La Serena y sus alrededores, Coquimbo y el Valle de Elqui, deberían aparecer en el itinerario turístico de cualquier viaje a Chile. Nuestro testimonio de los cinco días que permanecimos en la ciudad, disfrutando de la espectacular vista panorámica de la Avenida del Mar, del sol y de la playa, son un argumento a favor.
Regresamos a Santiago sólo para recoger el resto del equipaje, permitir que los niños descansaran algunas horas y luego continuamos hacia el sur.
Concepción es la ciudad donde vivimos hace treinta años, donde trabajamos, donde Adriana y yo nos conocimos, donde fundamos la familia, donde nació
nuestra hija, donde luchamos, donde sufrimos la prisión política y desde donde la dictadura nos envió al destierro. Es la ciudad donde, aún, habitan los más hermosos, los más apasionantes y los más tristes recuerdos de una época. Es allí también, donde todavía vive la mayor parte de nuestros parientes.
El turista, en especial aquel que viene del extranjero, que tiene ocasión de viajar por las principales carreteras del país tropieza, inevitablemente, con el modelo económico impuesto por la dictadura y que permanece casi intocable después de 15 años de gobiernos democráticos. El neoliberalismo anda suelto por los caminos, calles, ciudades y campos de Chile.

Para ir al sur hay que tomar la ruta 5, más conocida como panamericana, la cual fue dividida en 8 tramos para efecto de las licitaciones o concesiones. En este instante las más importantes carreteras del país han sido concesionadas o privatizadas y por lo tanto autorizadas para cobrar peajes. Desde Santiago a Puerto Montt hay 12 plazas de peajes tróncales, pero además existen los peajes laterales. Así por ejemplo, en el tramo 1 que va desde Santiago a San Fernando, existen 19 peajes laterales y en el tramo 2 que va desde San Fernando a Talca, 24 peajes laterales. El valor de los peajes principales va desde los 1.600 hasta los 2.700 pesos, lo que en moneda canadiense es igual a 4 y 6 dólares.
Pagan no sólo quienes viajan desde una ciudad a otra, sino también los agricultores y campesinos que como parte de sus labores cotidianas, tienen que entrar y salir de la carretera. Tuvimos ocasión de presenciar, cerca de San Fernando, una protesta en contra de estos cobros abusivos.

En los últimos años, los desvaríos privatizadores han alcanzado limites increíbles, concesionado hasta algunas importantes calles de Santiago y por lo tanto, hoy, los santiaguinos deben pagar peaje por transitar en ellas.
Este fue el primer impacto neoliberal que recibimos cuando apenas llegábamos al país. En la empresa de arriendo nos informaron que el minivan tenia el dispositivo TAG, que nos permitiría utilizar las avenidas concesionadas de la ciudad. De esta manera, cada vez que entrábamos a la Avenida Américo Vespucio la cajita TAG comenzaba a hace ruido advirtiéndonos que era hora de pagar.
Ernie, el yerno canadiense,
observaba asombrado e incrédulo. No podía comprender que la gente tuviera que pagar para transitar por las calles y caminos. Es muy difícil, en realidad, entender cuando se vive en un país como Canadá, donde a pesar de existir el mismo sistema capitalista, el estado posee los recursos económicos suficientes para impulsar el desarrollo y construir obras públicas, sin imponer pagos onerosos a sus ciudadanos. Es la diferencia entre vivir en un capitalismo civilizado y otro salvaje.
Desde Concepción, luego de compartir gratos momentos con la familia, seguimos viaje a Pucón. Este es otro de los destinos turísticos preferidos tanto de nacionales como extranjeros. Los pueblos de Pucón y Villarrica, con su impresionante paisaje de montañas, volcanes, bosques, ríos y lagos ofrece al turista múltiples posibilidades de descanso y entretención. Por nuestra parte, disfrutamos a plenitud cinco días, de las cristalinas aguas del lago y la fabulosa vista del volcán Villarrica.
Desde la extraordinaria belleza del sur del país, iniciamos el regreso al otro extremo del continente. Más carreteras lindas, más kilómetros, más peajes.
¿Qué les parecen las excelentes carreteras que tenemos? Era la persistente pregunta que salía a nuestro encuentro. Nuestros compatriotas, sin duda, se sienten muy orgullosos de sus caminos, sin cuestionar la política de privatizaciones.
Lo cierto es que las bonitas carreteras no son todavía de los chilenos. Les pertenecerán cuando las paguen. Mientras tanto, las principales carreteras del país son de las empresas privadas que las construyeron, y lo serán por 25 años, que es el tiempo que dura la mayoría de las concesiones En ese lapso los concesionarios harán el negocio del siglo.
El año 1991, durante el primer gobierno de la concertación, se promulgó una ley que permitía entregar en concesión prácticamente cualquier obra vial. Sin embargo, las concesiones alcanzaron su auge durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, período en que el Ministro de Obras Públicas, era “el socialista” Ricardo Lagos Escobar. Entre los años 1994 y1998, se impulsa sin escrúpulos el sistema de concesiones a la empresa privada con inversiones que alcanzaron cerca de los 2.000 mil millones de dólares en distintos proyectos.
Después, cuando Ricardo Lagos llega a la Presidencia de la República continua impulsando la política de concesiones o entrega a la empresa privada de los servicios públicos esenciales y del patrimonio que pertenece a todos los chilenos. Así, la Empresa de Obras Sanitarias (EMOS), que era una eficiente empresa del estado, fue privatizada en una acción iniciada durante el gobierno de Frei y terminada durante su gobierno.
Con justa razón el diario El Mercurio, en una encuesta realizada entre 20 prominentes historiadores, cientistas políticos y académicos, obviamente todos de reconocidas inclinaciones neoliberales, proclamaron al gobierno del Presidente Lagos como el mejor de los últimos 30 gobiernos que ha tenido Chile.
Otras 18 horas de vuelo nos devolvieron, de nuevo, a las heladas estepas del oeste canadiense. La nieve escasa durante toda nuestra ausencia, llegó abundante como celebrando nuestro retorno a casa. Cada cual se trajo en la maleta, un montón de recuerdos placenteros y algunos no muy gratos, pero al final de cuentas todos vivimos intensamente la aventura anticipada del último viaje.

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